Iglesia mayor de Santa María

Descartada ya por inverosímil la pretensión de los cronistas clásicos de llevar la fundación de la iglesia de Santa María hasta los primeros tiempos de la Era Cristiana, algunos autores todavía defienden la existencia del templo en época visigoda. El argumento para ello, prácticamente único, es la controvertida lápida con la inscripción de "Bokatvs" hallada en 1618, que podría acaso indicar que en el lugar donde se encontró la piedra —el claustro de esta iglesia de Santa María— descansaba un sacerdote muerto entre los años 697 y 735. Pero la inscripción estaba incompleta, y los epigrafistas modernos opinan en su mayoría que no era una lápida funeraria sino una inscripción conmemorativa de la construcción de un monumento o edificio, realizada o promovida por Bokatus.

Recientemente, en 2011, se sacó a la luz en la plaza de la Armería un enterramiento aislado, en fosa simple, de un individuo datado en el siglo VIII; es por ahora el único dato arqueológico disponible que permite aventurar algún tipo de presencia preislámica en dicho lugar.

La lápida y el enterramiento citados siguen siendo los únicos indicios, no concluyentes, de la existencia de un hábitat hispano-visigodo en Madrid: parece demasiado arriesgado afirmar la realidad de un templo visigodo antecesor de la iglesia románica. Si hubo población en Madrid en aquella época, es más probable que el culto tuviera carácter doméstico, realizándose en habitáculos privados en los que se veneraban los mártires, se celebraba la eucaristía, se oraba y se recibía sepultura.

MEZQUITA

Tras la llegada de los musulmanes en la segunda década del siglo VIII, es seguro que la construcción a finales del siglo IX del recinto murado y el alcázar musulmanes de Mayrit llevó aparejada la erección de una mezquita de nueva planta en el solar de la futura iglesia, junto al arco de la Almudena. La planta aquí propuesta para dicha mezquita viene sugerida por la ampliación ocurrida cuando se transformó en iglesia cristiana: se trataría de un edificio rectangular de unos 22 por 16 metros en planta, con tres naves orientadas N-S y separadas por dos arquerías de arcos de herradura de poca luz sustentados en columnillas cilíndricas; probablemente, cada una de las naves se cubriría con un tejadillo a dos aguas sobre armadura de madera. El mihrab se abriría en la fachada sur, y el sahn o patio de las abluciones estaría situado al norte del edificio, con el minarete en su esquina N-O.

IGLESIA ROMÁNICA

En 1085, tras la capitulación de la taifa de Toledo, Alfonso VI integró a Madrid en la corona castellano-leonesa. Su primera acción, según Quintana, fue purificar y consagrar la mezquita, promoviendo la construcción sobre ella de una iglesia colegial con canónigos que profesaban la regla benedictina, o la de San Agustín según autores modernos.

Para ello, se reaprovechó todo el edificio anterior, haciéndolo arranque de las tres nuevas naves, orientadas ahora E-O: los cinco intercolumnios centrales de cada arquería se eliminaron, convirtiéndose su espacio en un largo presbiterio que servía de arranque a la nave mayor, mientras que los dos intercolumnios extremos de cada una se macizaron para reforzar la estructura, originándose así tres cámaras laterales en cada lado; el ábside semicircular se trazó sobre la fachada oriental de la mezquita, demoliendo la parte central de dicha pared; y en la fachada occidental se abrió un falso arco toral que comunicaría el viejo edificio con las nuevas naves. Además, se alargó la planta algo más del doble a partir de dicha pared de poniente, prolongando las tres naves unos 18 metros hasta alcanzar la longitud total del edificio. A los pies se situó un pequeño pórtico de acceso con unas gradas.

Para cubrir la espaciosa nave central pudieron haberse empleado dos tipos de estructuras. En la mitad oriental del nuevo templo, la del antiguo edificio de la mezquita, quizá se optó por una estructura transversal de arcos diafragma sobre los que apoyarían los faldones de madera del tejado a dos aguas: este sistema habría reaprovechado aquí, por lo menos parcialmente, la estructura de arquerías anterior. Por contra, en la mitad occidental, de nueva planta, podrían haberse dispuesto dos arcadas longitudinales de piedra que separarían las naves y servirían de apoyo a una tradicional armadura de par y nudillo, como en las iglesias de San Pedro y de San Nicolás.

Según las panorámicas de Wyngaerde (c.1562) la iglesia todavía no tenía torre a mediados del siglo XVI, por lo que el destino que tuvo el minarete de la mezquita es incierto; quedaba situado en el espacio que luego sería claustro del convento, y quizá se decidió desmontarlo y dotar al templo románico de una simple espadaña.

CONVENTO

La fundación del edificio conventual sería algo posterior a la del templo. El monasterio se situó al norte de la iglesia, en lo que luego sería la plazuela de Santa María, y acerca de su disposición sólo se sabe que el claustro alcanzaba toda la longitud comprendida entre el segundo y penúltimo vanos de la nave del Evangelio, siendo mera hipótesis todo lo demás del edificio conventual.

La única noticia documental sobre el convento, durante su vida activa, es de 1377, y se contiene en un testamento que se conservaba en el archivo de la iglesia de San Pedro. En él, el testador disponía "que se den para la obra de Santa María de la Almudena de aquí de Madrid mil marauedís, especialmente para hazer la claustra que está derribada"; éste es, por otro lado, el documento más antiguo que conocemos en el que aparece el templo con la advocación de Almudena.

La congregación duró poco más de 350 años, quedando extinguida entre c.1435-40 y 1467. A finales del siglo XV es probable que sólo perdurase del antiguo convento su claustro, que se mantenía en pie en 1491: por él transcurría la procesión del Corpus.

OBRAS Y AMPLIACIONES ENTRE 1436 Y 1562

A partir de los últimos años del siglo XIV, el progresivo declinar de la congregación fue arruinando de forma inexorable tanto su capacidad para el mantenimiento del templo como el propio edificio del convento. Y la única solución posible surgió a través de la devoción de algunas de las principales familias madrileñas, que fundaron y dotaron las capillas que en el futuro constituirían el núcleo vital de la iglesia:

- Capilla pequeña de Santa Ana: Fundada en 1436 por Rodrigo de Herrera para entierro suyo y de sus descendientes; ocupaba el tercer vano de la nave lateral del Evangelio y tenía altar, bóveda y dos entradas con verjas de hierro, una frente al púlpito y la otra abierta a la nave lateral. Fue reedificada en 1629 por el contador Diego de Herrera, descendiente del fundador.

- Capilla de San Ildefonso (más tarde, de Nuestra Señora del Carmen): Fundada alrededor de 1491 por el regidor Fernán González de Monzón. Se situaba en el segundo vano de la nave del Evangelio, con puertas a la nave mayor y al que luego se llamaría Pórtico de los Reyes, en la plazuela de Santa María; tenía también altar y bóveda.

- Capilla de la Concepción de Nuestra Señora (más adelante, de Santo Tomás de Villanueva): Fundada a principios del siglo XVI por Alonso de Vozmediano, contador mayor de Carlos I, en el primer vano de la nave de la Epístola; fue quizá domicilio de la imagen de Nuestra Señora de la Almudena desde la extinción de la colegiata hasta 1623, en que se trasladó a la mayor. Tenía un retablo pintado por Juan de Borgoña en 1525.

- Capilla de Santa Ana: Fundada por el secretario Juan de Vozmediano (hermano mayor de Alonso, patrono de la antedicha capilla de la Concepción) y su esposa Juana de Barros, fue la principal de las obras emprendidas en este periodo. Se concluyó en 1542, sobre un solar comprado por sus fundadores situado en el claustro abandonado por la extinguida comunidad, contiguo a la pared norte del templo. Contaba con dos zonas bien definidas: la capilla propiamente dicha (con tribuna y bóveda, a la altura del quinto vano de la nave izquierda), y las piezas anejas (entre ellas, una sacristía, a la altura del sexto). Era la pieza más notable de todo el templo: estilo plateresco, acceso con arco de medio punto y verja de hierro, bóveda de crucería, friso con una leyenda referente a su fundación, retablo y sepulturas de sus dos fundadores; al exterior, ábside poligonal de sillería y dos ventanas de arcos ojivales.

- Capilla de la Purísima Concepción (luego, del Santo Cristo de la Salud): Fundada en 1562 por Francisca de Salas, mujer de Diego de Ávila, también sobre terrenos del claustro. Tenía bóveda y dos altares, con un Cristo crucificado en el central y un cuadro de San Antonio de Padua “el Guindero” en el del costado.

Las otras obras relevantes que se realizaron en este periodo fueron:

- Renovación de la techumbre de madera en 1539, quedando borrados “los canónigos que con sus capirotes o cogullas estaban pintados en los tabiques del enmaderamiento, a los cuales pintaban como iban muriendo”.

- Construcción de un nuevo pórtico (de cinco o seis arcos abiertos, según el dibujo de Wyngaerde) y escalinata, que se situaron en el muro meridional del templo: la entrada principal se abrió en el quinto vano de la nave de la Epístola; la antigua entrada del pórtico románico se tapió, y sobre el último vano de la nave central, ocupado hasta ahora por el pórtico antiguo, se situó el coro.

- Construcción de la torre de la iglesia, quizá en el tercer cuarto del siglo XVI. De planta cuadrada con unos cuatro metros y medio de lado, se levantó en estilo mudéjar sobre los cimientos del antiguo minarete de la mezquita. Los dos metros inferiores de sus muros se hicieron con sillares tomados del arruinado monasterio, y el resto se construyó con muro de mampostería ordinaria alternando con verdugadas y machones de ladrillo. La cubrición se realizó con chapitel de plomo.

En el primer cuarto del XVII, justo antes de la gran reforma que veremos a continuación, tuvieron lugar dos circunstancias reseñables:

- 1618: Se trasladaron al interior de la iglesia los restos de los monjes que se habían enterrado en el claustro. Entre ellos, “en vn nicho que se elevaua junto al Pozo que oy se vee en el Patinillo, y tránsito de la Puerta, que llaman de los Reyes”, se encontró “dentro de vn ataúd de madera cubierto todo de yeso, vn cuerpo entero con toda su armadura, y la carne acezinada y enjuta, la vestidura toda comida”; era el cadáver de Domingo, el supuesto monje visigodo que con su inscripción de “Bokatvs” ha servido como prueba principal para los defensores de la existencia en época premusulmana del templo de Santa María.

- 1623: Por iniciativa de doña Isabel de Borbón, la imagen de Nuestra Señora de la Almudena fue trasladada a la capilla mayor.

1: Sacristía. 2: Capilla de San Ildefonso. 3: Capilla pequeña de Santa Ana. 4: Torre. 5: Capilla de la Concepción (Santo Cristo de la Luz). 6: Capilla mayor de Santa Ana y dependencias anejas. 7: Vano bajo el coro. 8: Pórtico. 9: Capilla de la Concepción (Santo Tomás de Villanueva). A: Camarín. B: Pórtico de los Reyes. C: Capilla del Santo Cristo del Buen Camino. D: Púlpito. E: Sacristía. F: Despacho parroquial. G: Pórtico. H: Pila bautismal.

LA GRAN REFORMA DE 1638

Durante el primer cuarto del siglo XVII se proyectó demoler el viejo templo y sustituirlo por una iglesia episcopal, recuperando para Madrid la condición de Obispado que supuestamente había tenido en su pasado remoto. Al poco hubo de rebajarse la pretensión inicial, reduciéndola a levantar una iglesia colegial, pero tampoco se consiguió esto último: el Arzobispado de Toledo se opuso tenazmente, y a la primera piedra colocada el 15 de noviembre de 1623 no siguió ninguna otra.

En 1638, “viendo cómo se auían atrassado los medios (...) para la fábrica de la Iglesia Colegial (...), determinaron los Deuotos de la Virgen (...) mejorarla el Templo (…), con que ofreciendo cada vno limosnas correspondientes a su caudal, se resolvieron a perficionar, ya que no a ensanchar, esta antigua Iglesia”. Se echó abajo por completo el ábside románico, y al hacerlo “encontraron extraordinaria, aunque tosca arquitectura, y cimientos diferentes, por lo qual demostrava ser añadida en diuersos tiempos; y lo que más comprobó su declaración, fue encontrar en Lucilos Sepulcrales Epitaphios Latinos, con los mismos caracteres, y señales que vsaban los Romanos”; seguramente, el profundo cimiento encontrado en el lugar sobre el que luego habría de cargar el retablo mayor correspondería al muro oriental de la vieja mezquita. Presumiblemente, se sustituyó la techumbre de madera de las naves por otra de cantería; el resto del templo se restauró de modo más o menos profundo, pero manteniendo invariable la disposición en planta de naves y capillas.

El nuevo ábside tomó forma rectangular, y se le adosó el camarín de la Virgen, con su característico voladizo sobre la calle Chica de la Almudena. A finales del siglo XVII la Real Esclavitud labró un nuevo trono para la Virgen: “vn magnífico, y sumptuoso Retablo (realizado) a expensas de Sus Magestades, del Duque de Pastrana, y del Infantado (...), siendo (...) el inventor de su primorosa traza Don Francisco de Herrera, Maestro Mayor de las Reales Obras”. El retablo ocupaba todo el testero de la capilla mayor; en su primer cuerpo, con la imagen de la Almudena flanqueada por las de San José y San Joaquín, se abría el camarín de la Virgen; en el segundo cuerpo se encontraba un cuadro de Alonso Cano que representaba uno de los milagros de San Isidro.

En la nave lateral y capillas del lado del Evangelio, se mantuvieron con la forma inicial las ya mencionadas de San Ildefonso, pequeña de Santa Ana, de la Concepción y mayor de Santa Ana, así como las dependencias anejas a esta última y el cuerpo de la torre. En la sala que completaba el edificio en su esquina N-O, contigua a los locales anejos a la capilla mayor de Santa Ana, debió de alojarse la capilla del Cristo del Buen Camino, que se cerraba con una verja de madera y en la que celebraba sus cultos la Hermandad del Rosario Cantado. La principal reforma llevada a cabo en esta parte del edificio fue la regularización de su esquina N-E: se derribó el lienzo oriental del claustro románico, se prolongó hacia el norte el muro posterior de la torre y capilla mayor de Sta. Ana, y desde el extremo izquierdo del ábside se levantó un nuevo muro, oblicuo, hasta encontrar a aquél. Se formaba así, a las espaldas de las capillas de San Ildefonso y pequeña de Santa Ana, un amplio espacio cerrado y cubierto que se denominó Pórtico de los Reyes, abierto al exterior mediante dos puertas, a la calle Chica de la Almudena y a la plazuela de Santa María (puerta de los Reyes); por ésta entraban los soberanos a la tribuna real cuando asistían a las grandes solemnidades religiosas.

En la nave de la Epístola se mantuvo intacta la antigua capilla de la Concepción, dedicada ahora a Santo Tomás de Villanueva. A continuación, ocupando los dos vanos de la nave correspondientes al crucero, se ubicó la sacristía (que creemos situada durante los siglos anteriores en el primer vano de la nave del Evangelio); adosado a ella, en el ángulo inferior derecho del crucero, se colocó el púlpito. El resto de dicha nave, hasta los pies del templo, permaneció diáfano.

En la fachada meridional del edificio, con frente a la calle Mayor, se cerró el saledizo del pórtico renacentista, alargándose dicho cuerpo hasta la cabecera de la iglesia. Se redujo el espacio del pórtico, que pasó a ocupar poco más que el vano en que se situaba la entrada principal. A su derecha se ubicó el despacho parroquial, y a su izquierda se dispuso una dependencia con la pila bautismal, abierta al pórtico y a la nave de la Epístola. A los pies de la nave mayor se mantuvo el coro con su órgano, al que se subía por una escalera abierta en el extremo de la nave del Evangelio. Completaban en edificio la sala de juntas de la Real Esclavitud de Nuestra Señora (cofradía fundada en 1640 por los devotos de la Virgen de la Almudena) y las habitaciones del párroco y sacristanes, situadas sobre el pórtico de los Reyes y sobre las nuevas salas de la fachada meridional.

Todas las obras mencionadas se prolongaron hasta 1640. Tras ellas, hubo que reforzar en 1650 la bóveda situada bajo el crucero, a la que se accedía por una escalera situada en la capilla de Santo Tomás de Villanueva, y en la que se practicaban ejercicios espirituales los lunes, miércoles y viernes de Cuaresma.

En cuanto a la disposición estructural del nuevo edificio, sólo se ha conservado un dato: es el que habla de “los quatro cantones, o pichinas de la media naranja”, y que informa que la armadura mudéjar que cubría el crucero se sustituyó por una cúpula de fábrica apoyada sobre cuatro pechinas; esta cúpula ya estaba construida en 1644.

RESTAURACIÓN DE VENTURA RODRÍGUEZ Y ÚLTIMOS AÑOS DEL TEMPLO

En 1777, con el edificio amenazando ruina, se encargó a Ventura Rodríguez consolidar el templo y renovar su decoración: el arquitecto “hizo cuanto pudo, afirmando el edificio, decorándole interiormente con florones y otros ornatos de buen gusto y despojándolo de las ennegrecidas doraduras que le afeaban”. El 29 de octubre se trasladó a la vecina iglesia del Sacramento la imagen de Nuestra Señora de la Almudena, que permaneció allí durante todo el tiempo que duraron los trabajos. Éstos finalizaron por completo antes del 7 de noviembre de 1780, y el día 15 de dicho mes se restituyó la imagen de la Almudena a su domicilio anterior.

El aspecto más llamativo de la reforma que llevó a cabo Ventura Rodríguez fue la puerta principal del templo, que se abría a la calle Mayor, labrada en estilo neoclásico, con un arco de medio punto enmarcado entre cuatro pilastras cuadradas; sobre el arco, una ventana en ojo de buey, y sobre las pilastras, una sencilla cornisa coronada por un ático, completaban el conjunto, muy poco acorde, quizá, con el resto del edificio.

Iglesia de Santa María (maqueta de J. Monasterio, Museo de San Isidro).

La estructura interior del templo quedó tal como la muestra la maqueta de J. Monasterio, y es muy posible que fuese prácticamente la misma que ya tuvo la iglesia desde la reforma de 1638. Las naves central y laterales se cubrían con bóvedas de medio cañón y arcos fajones, y quedaban separadas por dos arcadas de medio punto; la cubrición del crucero era una cúpula semiesférica con linterna; los pilares, finalmente, se hicieron compuestos en cruz. Y la capilla mayor de Santa Ana mantuvo su inicial bóveda de crucería.

En los meses de marzo, abril y mayo del año 1854 se hicieron reparaciones en el altar mayor, motivo por el cual la imagen de la Almudena volvió a ser trasladada al convento de religiosas bernardas del Sacramento, permaneciendo allí durante el tiempo que duraron las obras.

Además de las capillas ya referidas, hubo en el templo varios altares, de fecha de fundación incierta. En la nave del Evangelio estaban el de la Virgen de la Flor de Lis (entre la capilla del Santo Cristo de la Salud y la mayor de Santa Ana) y el de San Ramón Nonnato (a continuación de la capilla de Santa Ana). En la nave opuesta estaba el altar de la Purísima Concepción, situado en el crucero, entre la capilla de la misma advocación y la sacristía.

En la segunda mitad del siglo XIX, y a pesar de todas las reformas referidas, el deterioro del templo era notorio. En 1864, por ejemplo, la Real Esclavitud escribía: “Hoy la Parroquia de Santa María es una de las más pobres de esta Corte. Delante de su Santísima Titular lucen continuamente seis velas, obsequio debido a la gratitud de nuestra Augusta Soberana (doña Isabel II); pero su templo (está) casi siempre desierto, su culto reducido, y sus paredes desnudas”. Así las cosas, la revolución de septiembre de 1868 puso fin al reinado de Isabel II, y el príncipe don Amadeo de Saboya fue proclamado rey. En Madrid, el primer alcalde popular don Nicolás María Rivero y su corporación en pleno iniciaron un plan de reformas que comprendía la demolición de varias iglesias; entre ellas, y ocupando un lugar preferente, ésta de Santa María. El motivo no era otro que regularizar la calle de Bailén para que el Palacio Real quedase situado “en una calle que empiece siendo muy importante, y que antes de mucho pueda ser la más larga y una de las mejores de Madrid”; esto obligaba a derribar “la miserable iglesia de la Almudena”, tal como la calificó Fernández de los Ríos. Ninguna consideración sobre el significado que este templo había tenido en la historia de Madrid fue bastante para impedir la desaparición de la decana —junto con las de Santa Cruz, San Millán y Santo Domingo— de nuestras iglesias. El 25 de octubre de 1868 se celebró la ultima misa en el altar mayor, y el mismo día 26 la piqueta comenzó el derribo. Bajo el camarín de la Virgen, en un pequeño panteón, se encontraron y exhumaron dieciocho cadáveres que llevaban allí depositados más de dos siglos. Todos eran miembros de las ilustres familias de Pastrana y del Infantado: entre ellos estaban don Juan Hurtado de Mendoza, VI duque del Infantado, muerto en 1623, y la duquesa doña María de Haro y Guzmán, fallecida en 1693.

En mayo de 1869 el derribo ya estaba totalmente realizado y retirados los escombros. Atrás quedaban doce siglos de historia madrileña, borrados de un plumazo a cambio de una calle innecesariamente tirada a cordel.


 

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