Siglos X-XI-XII

RAMIRO II de León (r.931-951)

El monarca leonés, que reinó entre los años 931 y 951, fue el primero que trató de reconquistar Madrid de manos musulmanas, dando lugar con ello no ya a la toma definitiva de la fortaleza sino a que ésta apareciera mencionada por primera vez en los textos cristianos (Crónicas de Sampiro, de Cardeña y Silense). El hecho ocurrió al comienzo de su reinado, durante una etapa de gran esplendor exterior que se caracterizó por sus continuos enfrentamientos con los musulmanes. La campaña tuvo lugar en el año 932, y no pasó de ser una razia que sólo trataba de causar bajas al enemigo y obtener el mayor botín posible, sin mantener luego ocupadas las poblaciones que se tomaban. La incursión pasó por Madrid y Talavera, que fueron arrasadas y sus murallas desmanteladas, y a continuación regresó sobre sus pasos hacia el norte; la reacción del califa cordobés Abd al-Rahman III fue enviar sus tropas a la frontera cristiana del Duero, donde libraron contra Ramiro la batalla de Osma, que los cronistas de ambos bandos contaron como victoria propia.

Con respecto al asalto a la fortaleza madrileña son nulas las noticias históricas que se han conservado, excepto, acaso, la de que su gobernador musulmán pudo muy bien ser, en aquel difícil momento, 'Abd Allah ibn Muhammad ibn 'Ubayd Allah, que había accedido a dicho cargo tres años antes. Todo lo demás es pura tradición sin ningún apoyo documental. Así, Quintana refiere que Ramiro II "juntó vn grande exército, y pareciéndole que si tomaua a Madrid tendría con él allanado el passo para hazerse señor de todo el Reyno de Toledo, púsole cerco, defendiéndosele valerosamente assí por ser lugar fuerte y defendido (...) como por tener el Alcázar vnas minas por debaxo de tierra que caían muy lexos, por donde secretamente les entraua bastimentos y socorro, ocasión de durarle al Rey el cerco más de lo que quisiera. Despechado pues de que le durasse tanto tiempo, apretóle de suerte que vn Domingo (de Ramos, llega a afinar Velasco Zazo) la combatió tan reziamente, que rompiendo los muros por algunas partes, la entró por fuerza de armas, haziendo grande estrago, y passando a cuchillo todos los Moros que se le defendían, a los demás lleuó cautivos".

Lo que sí es presumible es que tras el duro asedio Abd al-Rahman III diera orden de reparar la muralla y la fortaleza, pues Madrid continuaba siendo punto estratégico para la defensa de la comarca toledana.


FERNANDO I el Magno (r.1037-1065)

Fernando I el Magno, rey de Castilla y León entre los años 1037 y 1065, fue el segundo monarca cristiano que puso cerco al Madrid musulmán. La relativa tranquilidad que disfrutó en el interior de sus reinos le permitió dar un nuevo impulso a la Reconquista, y fue fiel a la política de imponer parias en aquellas zonas que no podía repoblar por falta de gente.

El episodio que nos concierne tuvo lugar el año 1047. Fernando condujo su ejército por la ruta del norte hacia tierras musulmanas, cruzando el Sistema Central, y asoló la zona: Guadalajara, Alcalá, Uceda, Talamanca. La tradición, muy poco explícita en este caso, afirma que también llegó hasta la fortaleza madrileña, pero no hay acuerdo en lo relativo al supuesto asalto a Madrid: unos aseguran que existió, mientras que otros lo reducen a una simple capitulación de al-Ma'mun, rey de la taifa andalusí de Toledo, que aseguró la integridad de la plaza fuerte y su conservación a cambio de hacerse vasallo del rey castellano y entregarle parias.
Quintana justifica el poco interés de Fernando por la fortaleza escribiendo que "aunque halló Christianos en Madrid, no eran bastantes para poder conseruarle a su Corona, principalmente estando tan cerca desta Villa los enemigos en todo el Reyno de Toledo, y él tan lexos en León, para poder acudir a su socorro".


ALFONSO VI el Bravo (r.1072-1109)

El monarca castellano que reconquistó Madrid fue Alfonso VI, aunque no hay acuerdo en lo relativo a la fecha. Pudo ser el año 1083, durante la campaña militar en la que se recuperó todo el territorio comprendido entre Talavera y Madrid, o dos años después, el 1085, coincidiendo con la capitulación de Toledo.

Otro asunto controvertido es la intervención de la milicia segoviana en la toma de la fortaleza. Uno de sus defensores es Gil González Dávila, para quien la conquista fue logro exclusivo de los segovianos: "El Rey don Alonso VI conuocó todas sus gentes para ganar a Madrid, como lugar de importancia; llegaron a la demanda (...) el Concejo de Segouia más tarde que los demás, por ser el tiempo inuernizo, y estar las nieues muy altas (...). Traían los de Segouia por cabezas de su gente dos valientes Capitanes (...), don Díaz Sánchez de Quessada, y don Fernán Garcia de la Torre: llegaron a los Reales amigos, pidieron alojamiento. El Rey indignado dellos, respondió, como estimándolo en poco, se alojassen en Madrid. Entraron los de Segouia en Consejo, y acordaron de alojarse donde el Rey les ordenaua (...). Otro día como llegaron, antes del amanecer escalaron la muralla, ganaron la puerta (...) Albega. Sintió el enemigo el daño, acudió a la defensa de su possessión y muros; mas la cosa passó con tanto esfuerzo, que resistiendo los de Segouia a los Moros, abrieron la puerta, dando entrada a las vanderas amigas, que las plantaron a guisa de vencedores con júbilos de alegría en omenajes y torres". En ocasiones se ha tomado este episodio como supuesto origen del apellido Torre, aunque hay quienes retrotraen la intervención de los dos capitanes segovianos al asalto ya citado del año 932, durante el reinado de Ramiro II.

REPARACIÓN DE LA FORTALEZA Y CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA MURALLA: Sea como fuere, el primer trabajo de los vencedores, que habían de asegurarse de que la plaza no fuera luego recuperada por los vencidos, fue fortalecer sus defensas construyendo de nueva planta un alcázar cristiano. Utilizando las palabras de Quintana, "aviendo el Rey Don Alonso ganado a Madrid, puso en él su guarnición, reparó lo que en materia de edificios estaua mal parado por la continuación de las guerras (...). Hecho esto, dio traza en las cosas tocantes a la conquista de Toledo (...). Exercitáuanse los caualleros en la milicia de suerte, en este pueblo, que venían a él de muchas partes a emplearse en ella, siendo Madrid en este tiempo plaza general de armas". Además, la necesidad de repoblar el lugar y ofrecer protección militar a los que aquí iban a asentarse obligó a erigir una nueva muralla más amplia (la luego conocida como "muralla cristiana"), tarea que posiblemente se comenzara de inmediato pero que habría de prolongarse durante muchas décadas.

CONSAGRACIÓN DE LA MEZQUITA: Asegura también la tradición que Alfonso purificó la mezquita mayor, que todos suponen situada en la esquina de las calles actuales de Bailén y Mayor, y la consagró a Santa María. No se ponen de acuerdo los cronistas, sin embargo, en la identidad del prelado que llevó a cabo la consagración, y mientras unos sostienen que fue don Bernardo de Agen, arzobispo de Toledo y abad de Sahagún, otros se decantan por el cardenal Infante don Fernando, legado de Su Santidad Urbano II en España. De cualquier manera, lo cierto es que el rey Alfonso, tras la consagración, "restituyó su Iglesia (...) a la (calidad) de Colegiata (...), poniendo en ella rentas y Canónigos, que obseruaron la monacal Regla del Patriarca San Benito, la qual, dizen, introduxo en esta Iglesia (...) el Arzobispo D. Bernardo".

REPOBLACIÓN: La repoblación de la ciudad y el cambio de situación política obligó a reordenar la localización urbana de los distintos grupos ya existentes y a encontrar asentamiento para los que a partir de ahora iban a llegar. Gracias al pacto acordado por Alfonso VI y al-Qadir, rey de la taifa de Toledo, de no obligar al destierro a los islamitas derrotados, la población musulmana no fue expulsada, pero hubo de mudarse a zonas extramuros, alrededor de la colina de las Vistillas; sus anteriores asentamientos pudieron ser donados a personas cercanas a la realeza y acaso también ocupados por parte de la población mozárabe nativa.

Una vez asegurada la plaza y comenzada la construcción de la nueva muralla, llegó a Madrid una importante cantidad de repobladores de origen franco, a los que Alfonso quizá donó un importante sector nororiental despoblado, el luego llamado Vicus Sancti Martini, que terminaría por constituirse en arrabal autónomo e independiente, con fuero propio, y cuya anexión plena a Madrid no llegaría hasta la primera mitad del siglo XIII; estos contingentes francos ocuparon también la que luego sería colación de San Nicolás, intramuros de la cerca que se estaba construyendo. En el siglo XII llegó una nueva oleada de repobladores, esta vez castellano-leoneses procedentes de los valles del Carrión y del Pisuerga, que ocuparon la colación de Santiago, terreno intermedio entre las dos barriadas francas citadas.


Doña URRACA (r.1109-1126)

A la muerte de Alfonso VI, sucedió en el trono su hija Doña Urraca. La desaparición del temido guerrero castellano obligó a detener la ofensiva militar contra al-Andalus y animó al soberano almorávide Ali ibn Yusuf ibn Tasfin a intentar recuperar la ciudad de Toledo. Tras un cerco que duró ocho días hubo de desistir, y se vio obligado a retirarse "talando todo quanto en el camino podía auer a las manos".

Es durante esta retirada (hacia el año 1109) cuando los cronistas sitúan el ataque del almorávide contra Madrid. Cuenta la tradición que los musulmanes dispusieron el campamento en lo que fue almuzara musulmana y luego se denominaría -precisamente con motivo del ataque que comentamos- Campo del Moro, y desde allí acometieron el asedio del alcázar, en el que se habían atrincherado la guarnición y los vecinos. El combate se decantó finalmente del lado cristiano, pues "la Prouidencia diuina (...) embió de socorro en fauor de los cercados vna gran peste sobre el campo contrario, que los consumía y abrasaua y los iba acabando por instantes. No le costó el trágico trofeo al Alarbe poco, porque perdió en el asalto la mayor parte de su gente, vnos a manos de los del pueblo, otros a las de la enfermedad"; el resultado fue la inmediata retirada de Ali.

Con no menos gracia que los cronistas clásicos narró Sainz de Robles así la derrota almorávide: "Éxito cristiano debido no sé si a la superstición sarracena, al formidable aparato castellano o al empuje santiaguista de los caballeros de la Cruz, quienes, mientras tundían cráneos y atravesaban pechos, musitaban las estrofas del Te Deum y del Miserere".

Durante este reinado se elaboró el Fuero de Toledo, al que quizá se sometiera la villa madrileña. Lo interesante es que dicho documento, que lo firman, entre otros, el alcalde madrileño y 18 de sus vecinos, nos permite conocer los nombres de éstos, repartidos a partes casi iguales entre los autóctonos de ascendencia mozárabe (Alí ben Yeyr, Abdo-l-aziz ben Hazem, Abdollah ben Fakir, Abu-l-hasan ben Micayel) y los de origen repoblador (Pelagius, Assur Sanchiz, Borgonius, Iohannes Velasco, Gastalius Sabrit...).


ALFONSO VII el Emperador (r.1126-1157)

Alfonso VII, hijo de Doña Urraca, fue el primer rey castellano que visitó Madrid con fines distintos a los militares, aunque fuera durante su reinado cuando se llevó a cabo la mayor parte de la construcción de la nueva muralla cristiana.

VICUS SANCTI MARTINI: Una de las más decisivas interveciones de Alfonso VII en relación con Madrid fue el otorgamiento de la Carta de Población del Vicus Sancti Martini (14-julio-1126, seguramente confirmación de la donación anterior de Alfonso VI, realizada, según González Dávila, tras la conquista de Toledo en 1085), por la cual se daba autorización "a vos el abad de Santo Domingo (de Silos), a saber, Juan y a la congregación religiosa de este propio lugar; y también a vos, el prior de San Martín de Madrid, a saber, don Sancho", para que pudieran poblar el arrabal de San Martín conforme al Fuero de Sahagún, y se les confirmaba una anterior donación de las aldeas de Valnegral -¿donada dos años antes por Gonzalo Núñez de Obregón, señor de Nogales?-, Villanueva y Jarama.

Según este documento, los que se avecindasen en el vicus serían vasallos de los citados abad y prior benedictinos y estarían obligados a permanecer siempre a su servicio; no podrían edificar casa alguna sin su permiso, y si en algún momento quisieran abandonar el arrabal para afincarse en otro lugar no podrían vender libremente su posesión, sino que el priorato tendría derecho de tanteo sobre la heredad que se desocupaba; en caso de no encontrarse comprador, la propiedad pasaría a manos del prior. Así las cosas, el vicus adquiría total independencia jurídica e incluso física -es posible que llegara a tener cerca delimitadora propia- con respecto a la villa.

Según la tradición, el rey Alfonso presidió tribunales de justicia popular en el pórtico la iglesia de San Martín.

EL REAL DE MANZANARES: Con todo el territorio próximo a la Sierra de Guadarrama recientemente reconquistado, los primeros años del siglo XII fueron testigos de importantes movimientos repobladores de las poblaciones cristianas allí asentadas. Segovia se convirtió en el principal núcleo al norte de la sierra, y dirigió su colonización hacia el sur, buscando terrenos propicios para la ganadería trashumante. A lo largo del río Lozoya llegaría, con el paso del tiempo, hasta los límites de la Tierra de Buitrago, arrebatando a Sepúlveda el sexmo de Lozoya; siguiendo el curso del Manzanares alcanzaría el monte de El Pardo; y por el Guadarrama habría de llegar hasta Olmos y Batres, haciéndose dueña del sexmo de Casarrubios.

Madrid, por su parte, era villa fronteriza de economía agrícola con estatus de concejo repoblador, y la pujanza de Toledo al sur y al este la obligó a dirigir su expansión hacia las tierras del noroeste, que ocupaban toda la cabecera del Manzanares y se extendían desde el valle del Guadarrama hasta el del Jarama; eran las que en los siglos siguientes se convertirían en el Real de Manzanares. En esta primera época de la colonización, con la expansión segoviana todavía en ciernes y sin ningún núcleo de población importante en el tramo medio de la presierra madrileña, la villa disfrutó sin disputa del uso de pastos, aguas, caza y leña en esa amplia zona de terreno, sólo limitada al noreste por la Tierra de Buitrago. En la zona oriental, Alfonso había concedido a Segovia, en 1136, la posesión de Olmos y Calatalifa (Villaviciosa de Odón), en el sexmo de Casarrubios, estableciendo así las bases para la posterior ocupación segoviana del curso del Guadarrama.

Los cronistas de la villa, en conformidad con lo dicho, sostienen que Madrid "tenía por términos y tierra propia suya todo lo que al presente se llama el Real de Manzanares, mucho antes que huuiesse población alguna; si bien la ciudad de Segouia pretendía ser suyos, sobre que huuo antiguamente muy grandes diferencias". La primera disposición regia conocida acerca del futuro pleito entre madrileños y segovianos es el privilegio del rey Alfonso VII expedido en Toledo el 1 de mayo de 1152, en el que se concede a Madrid la propiedad de todo el terreno:

"(...) yo D. Alonso (...) hago a vosotros el Concejo de Madrid (...) escritura y carta de donación de los montes y sierras que son y están entre la dicha Villa de Madrid y Segouia, para que sean vuestros propios (...) desde este día en adelante para siempre jamás; y (...) vos fago la dicha donación para pastos de vuestros ganados y para que podáis cortar leña y madera para los vuestros edificios (...). Y os concedo que posseáis los dichos montes por juro de heredad y tengáis poderío pleno de los vedar y defender de todos los otros Concejos que, contra vuestra voluntad, los quisieren entrar y tomar (...). Y os hago esta donación de los dichos montes y sierras (...) desde el puerto del Verrueco, que divide y aparta el término entre Segouia y Áuila, hasta el puerto de Lozoya, con todos sus intermedios montes y sierras y valles, assí y de la manera que corre el agua, y desciende de la cumbre de los dichos montes hacia la dicha Villa de Madrid (...) para que los tengáis y posseáis, desde este día en adelante, perpetuamente libre y quietamente (...). Mayormente que los dichos vuestros montes fueron vuestros, y os pertenecen más que a ningunos otros Concejos de vuestros vezinos; y si alguno tentare contrauenir a esta nuestra carta, sea maldito y descomulgado, y peche para nuestra Cámara mil marauedís y más el daño que os fiziere con el doblo."

Creemos que este privilegio es, además, el primer documento regio dirigido a Madrid que se conserva.

CAMPAÑAS MILITARES: La milicia madrileña acompañó al rey en la campaña de Zaragoza (año 1134, en la que se tomaron las ciudades de Tarazona, Daroca, Calatayud y la propia Zaragoza), y el monarca agradeció explícitamente esta ayuda en uno de los párrafos del privilegio relativo a las disputas con Segovia: "Hágoos esta merced por el bueno y muy leal seruicio que me aueys hecho y hazeys en tierras de moros, y porque hallé (la) mayor fidelidad en vosotros siempre que quise que me siruiésedes".


ALFONSO VIII el Bueno (r.1158-1214)

Alfonso VII fue sucedido en el trono por su hijo Sancho, que murió tan sólo un año después. El heredero, Alfonso VIII, ciñó la corona con sólo tres años de edad, y durante su minoría los Laras y los Castros disputaron la regencia. La relación del monarca con la villa se inició en 1176, con motivo del ya mencionado pleito con Segovia.

EL REAL DE MANZANARES: La propiedad segoviana de Olmos y Calatalifa se confirmó en 1161 y 1163, sugiriendo ya el comienzo de su próxima ocupación del sexmo de Casarrubios, al este. La posesión madrileña del Real, sin embargo, no parecía correr peligro todavía. De hecho, el 28 de enero de 1176, desde Toledo, el monarca expidió un privilegio confirmando la anterior concesión a favor de Madrid otorgada por Alfonso VII:

"Hago gracia a vos, el Concejo de la Villa de Madrid que presente soys y fuéredes de aquí adelante, por muchos y grandes seruicios que con gran voluntad y fidelidad hasta aquí me auéis fecho, de los montes, pinares, pastos, prados, estremos poblados y despoblados de todos ellos, enteramente bien e así e tan cumplidamente como los tuvistis en tiempo del Emperador mi abuelo, para que así los tengáis bien e pacíficamente por juro de heredad, perpetuamente para siempre jamás."

Segovia, por su parte, progresó en su ocupación del sexmo de Casarrubios, adentrándose bastante en tierras de la actual provincia de Toledo; por el sur avanzó todavía más, apropiándose en el año 1190 de 19 aldeas del arzobispado toledano, alrededor de las cuales creó luego el sexmo de Valdemoro. De esta forma, el imparable avance colonizador segoviano, basado exclusivamente en una política de hechos consumados, dejaba atenazado a Madrid por el norte (sexmo de Lozoya), oeste (sexmo de Casarrubios) y sur (sexmo de Valdemoro). Así las cosas, Segovia eligió como próximo objetivo la tierra todavía no disputada del Real de Manzanares.

En previsión de conflictos, o tal vez a instancias de la propia ciudad de Segovia, Alfonso VIII comisionó en 1208, en Burgos, al alcalde Minaya para dividir y señalar los términos objeto del litigio; ese mismo año se redactaron otros dos documentos con idéntica finalidad: el de la bolsilla (dado en Segovia) y el Pecuario. En ellos se señalaron mojones y se estableció la siguiente línea de división:

"(...) desde la Carrera de Sagriella en Sacedón y por lo alto de la loma, quedando Bobadilla de la parte de Madrid, a la loma de la cañada de Alcorcón, a las aguas de Butane y de éstas a las de Meac como van por encima de Pozuelos quedando Pozuelos de parte de Madrid, luego por la aldea a Zarzuela, quedando ésta de parte de Madrid, y por donde cae Coura en Guadarrama, i de allí por lo alto de las labores de Fuencarral, i por lo alto de las labores de Alcobendas, i como van a las Viñuelas."

Extensión aproximada del Real de Manzanares.

Según estas lindes, el Real pasaba a comprender, sorprendentemente, las poblaciones de Manzanares, Colmenar Viejo, Guadarrama, Galapagar, Guadalix y Porquerizas, llegando en su territorio hasta las mismas puertas de Madrid, y su propiedad se otorgaba implícitamente a Segovia. Alfonso, de forma inexplicable y contradiciendo sus dos privilegios anteriores favorables a Madrid, firmó los tres documentos. Los historiadores justifican el inesperado cambio de actitud bien por el desconocimiento del monarca y el abuso de su buena fe, bien por un simple pago voluntario de las ayudas prestadas por Segovia. Sea como fuere, la colonización segoviana en el Real comenzó de inmediato, fundando pueblas que a renglón seguido eran destruidas por los madrileños, y dando comienzo un largo pleito que tardaría largo tiempo en solucionarse.

CAMPAÑAS MILITARES: En 1198 Madrid sufrió el ataque del califa almohade Abu Yusuf Ya'qub al-Mansur, muy poco después de su victoria en Alarcos sobre el rey Alfonso. Al decir de Quintana, el musulmán, "soberbio por la vitoria que alcanzó de los nuestros junto a Alarcos, fiado en sus fuerzas (...), rehízose de gente boluiendo a la ciudad Imperial (Toledo), y no pudiendo apoderarse della (...), taló los campos, quemando los lugares comarcanos, y haziendo grandes robos: llegó a vista de Madrid, y hallándola bien murada y mejor apercibida, no se atreuió a sitiarla, y passando a Alcalá y a otras partes poco a poco, se boluió a Andalucía con su exército". La tradición vuelve a situar el campamento musulmán en la explanada del Campo del Moro, entre el río Manzanares y la ciudad.

MUERTE DEL INFANTE DON FERNANDO: El año 1211 vino a Madrid el rey Alfonso, acompañado por su esposa, la inglesa Leonor de Plantagenet, su hija Berenguela y el infante Enrique. Unos días después llegó su primogénito varón, el príncipe don Fernando, terminadas las campañas de Portugal contra los musulmanes; padre e hijo prepararon en la villa las próximas batallas. Durante su estancia, Fernando enfermó y, al poco -un viernes 14 de octubre-, murió. Fue el primer fallecimiento de personas de la realeza que sucedió en Madrid. El cadáver se trasladó al monasterio burgalés de Las Huelgas.

LAS NAVAS DE TOLOSA: El Concejo madrileño, a instancias de Alfonso, envió el año 1212 su milicia a la batalla de las Navas de Tolosa. Los cronistas de la villa imaginan a los madrileños en la cabecera del ejército cristiano, formado por castellanos, leoneses, navarros y aragoneses, y convierten a San Isidro (en las tradiciones de otras comarcas, Martín Alhaja o Martín Malo) en pastor legendario y pieza clave de la victoria que obtuvieron sobre el nuevo califa almohade Muhammad al-Nasir:

"Partieron todos de Toledo, dando la vanguardia a don Diego López de Haro señor de Vizcaya (...). Iban con él sus hijos y sobrinos, y los suyos, y juntamente el Concejo de Madrid (...), que por ser gente animosa y de grande esfuerzo les pusieron en la delantera (...). El esquadrón de enmedio iba a cargo de Gonzalo Núñez con las Órdenes Militares. La retaguardia lleuaua el Rey don Alonso y el Arzobispo don Rodrigo con el resto del campo, al lado derecho el Rey de Aragón con los suyos, y al izquierdo el de Nauarra. Con esta orden llegaron a vn passo angosto (...). Estando en este punto acudió el fauor diuino (...) embiando al glorioso S. Isidro Labrador (...) para que les enseñasse otro camino por donde pudiessen passar con seguridad y sin daño (...). Subidas pues las fraguras de aquellos montes, hallaron en lo alto vn llano donde los Reyes fortificaron sus Reales. Estando a la vista los dos campos, el Bárbaro puso en orden sus gentes (...). Hecha la seña para acometer, D. Diego López de Haro y los suyos y el Concejo de Madrid, que lleuauan la delantera, acometieron tan de recio a los enemigos que les dieron a conocer su valor (...). Fueron los Moros vencidos, y arrancados del campo."

Alfonso tomó al almohade el pendón (véase la fotografía) desde entonces denominado "de las Navas de Tolosa", y lo depositó como ofrenda en el Monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, donde todavía se conserva. Se cree que en esta batalla de las Navas de Tolosa el pendón madrileño ya mostraba "el oso prieto en campo blanco" (todavía no rampante, sino pasante), según refirió Diego Rodríguez de Almela, capellán de Isabel la Católica, en su Valerio de las Historias Eclesiásticas de 1487, seguramente la primera noticia conocida acerca del blasón medieval de Madrid.

EL FUERO DE MADRID: El Concejo madrileño redactó en 1202 el llamado Fuero Viejo, al que agregó en 1214 la Carta del Otorgamiento. Aunque en ésta última la invocación inicial está redactada de forma un tanto confusa, parece darse a entender que en su elaboración intervinieron tanto el Concejo como el propio monarca: "En el nombre de Dios y de su Gracia. La presente es la carta del otorgamiento que redactaron el Concejo de Madrid con su señor, el rey Alfonso". Dicho Fuero consistió en una recopilación de las disposiciones legales de toda índole -policía urbana, derecho penal, comercio- que, hasta ese momento, habían regulado la convivencia de los madrileños.



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1 comentarios

  1. El Real del Manzanares era el sexmo segoviano de Manzanares.

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